Después del furor del día de las Lupitas y ante el furor incipiente del inicio de las fiestas decembrinas, me decidí a postear un disco que, si son inteligentes como quiero suponer que son, no podrán dejar de poner en sus orgiásticas celebraciones a las cuales me pueden invitar con la condición de que tengan ponche que ofrecer y no sólo mundanos placeres carnales que ni siquiera son de mi agrado.
Herbie Hancock es uno de los más importantes pianistas y compositores de Jazz que aún nos sobreviven. Nacido en Chicago en 1940, fue un niño prodigio que a los once años ya tocaba en la Orquesta Sinfónica de Chicago y que a los 21 años ya firmaba un contrato con una de las más importantes discográficas de Jazz: la Blue Note Records. Formó parte del grupo del gran Miles Davis, a quien habría de reconocer como su músico preferido, y después de inmiscuirse un rato en el budismo llegó a la conclusión de que el sentido de su vida era hacer feliz a su público. Dicen aquellos que han escuchado toda su discografía que Hancock ha tocado todos los estilos de Jazz después del Bebop, excepto Free Jazz, incluidos acercamientos a géneros como el Hip-Hop, el Soul y el Techno.

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